Sabor delicado y textura mantecosa: aquí está el aguacate. Esta deliciosa superfruta ha entrado con fuerza en el estilo de comida de italianos y europeos, a pesar de su origen lejano. Averigüemos más sobre la etimología de la palabra aguacate y por qué se le dio este nombre a la fruta.
La etimología
En el idioma azteca náhuatl, el término ahuacatl del que deriva el nombre aguacate, significa testículo. En el viejo mundo era una fruta desconocida ya que los nativos de Centro América del Sur cultivaban su planta incluso antes del descubrimiento del nuevo mundo por nuestro Cristóbal Colón.
Estas poblaciones tuvieron la idea de darle al aguacate un nombre evocador, es decir, que recordara la morfología de este fruto con propiedades extraordinarias. Otro epíteto fijo que distingue al aguacate es el de pera cocodrilo. Por los conquistadores se consideraba una fruta de delicioso sabor, consistencia mantecosa y abundante pulpa.
La misma planta de la que se origina es americana y se llama Persea . El nombre azteca ahuacatl luego sufrió transformaciones, de hecho también nos referimos a la palabra de origen español-mexicano aguacate o, nuevamente, lo atribuimos al portugués abacado.
Sus usos desde sus orígenes
En la cocina azteca encontramos al menos tres variedades de aguacate: mexicana, antillana y guatemalteca. Las poblaciones incas, en cambio, lo llamaron palta. Se consumía fresco, se agregaba a sopas o se usaba como salsa para enriquecer los platos típicos de la gastronomía azteca. La famosa salsa de guacamole mexicana, por ejemplo, se deriva del nombre azteca ahuaca molli, que significa salsa de aguacate.
En los escritos del pasado
Se habla de aguacate en términos entusiastas, incluso en algunos escritos anteriores. En el siglo XVI, por ejemplo, el franciscano Bernardino de Sahagún en la Historia General de las Cosas de Nueva España elogió los usos médicos y alimentarios del aguacate. Entre una de las muchas virtudes estaba el poder del núcleo en el tratamiento de llagas e infecciones de la piel y el cuero cabelludo.
En 1519 Martín Fernández de Enciso en la Suma de Geografia describió el aguacate como una fruta deliciosa, con una pulpa mantecosa y delicada. En definitiva, el aprecio por esta superfruta se remonta a los albores de su uso y continúa hasta nuestros días.