Explicación de la ductilidad: tensión de tracción y metales

La ductilidad es una medida de la capacidad de un metal para resistir la tensión de tracción, cualquier fuerza que separe los dos extremos de un objeto entre sí. El juego de tira y afloja proporciona un buen ejemplo de tensión de tracción que se aplica a una cuerda. La ductilidad es la deformación plástica que se produce en el metal como resultado de este tipo de deformaciones. El término «dúctil» significa literalmente que una sustancia metálica es capaz de estirarse en un alambre delgado sin volverse más débil o quebradizo en el proceso.

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Metales dúctiles 

Los metales con alta ductilidad, como el cobre, se pueden estirar en alambres largos y delgados sin romperse. El cobre históricamente ha servido como un excelente conductor de electricidad, pero puede conducir casi cualquier cosa. Los metales con baja ductilidad, como el bismuto, se romperán cuando se sometan a tensión de tracción.

Los metales dúctiles se pueden utilizar en algo más que cableado conductor. El oro, el platino y la plata a menudo se dibujan en largas hebras para su uso en joyería, por ejemplo. Generalmente, se considera que el oro y el platino se encuentran entre los metales más dúctiles. Según el Museo Americano de Historia Natural, el oro se puede estirar hasta un ancho de solo 5 micrones o cinco millonésimas de metro de espesor. Se podría extraer una onza de oro a una longitud de 50 millas.

Los cables de acero son posibles debido a la ductilidad de las aleaciones que se utilizan en ellos. Estos se pueden usar para muchas aplicaciones diferentes, pero es especialmente común en proyectos de construcción, como puentes, y en configuraciones de fábrica para cosas como mecanismos de poleas.

Ductilidad frente a maleabilidad

Por el contrario, la  maleabilidad  es la medida de la capacidad de un metal para resistir la compresión, como martillar, rodar o presionar. Si bien la ductilidad y maleabilidad pueden parecer similares en la superficie, los metales que son dúctiles no son necesariamente maleables y viceversa. Un ejemplo común de la diferencia entre estas dos propiedades es el plomo, que es muy maleable pero no muy dúctil debido a su estructura cristalina. La estructura cristalina de los metales dicta cómo se deformarán bajo tensión.

Las partículas atómicas que componen los metales pueden deformarse bajo tensión, ya sea deslizándose unas sobre otras o separándose unas de otras. Las estructuras cristalinas de los metales más dúctiles permiten que los átomos del metal se estiren más separados, un proceso llamado «hermanamiento». Los metales más dúctiles son los que se gemelan más fácilmente. En los metales maleables, los átomos se mueven unos sobre otros en posiciones nuevas y permanentes sin romper sus enlaces metálicos.

La maleabilidad en metales es útil en múltiples aplicaciones que requieren formas específicas diseñadas a partir de metales que han sido aplanados o enrollados en láminas. Por ejemplo, las carrocerías de automóviles y camiones deben tener formas específicas, al igual que los utensilios de cocina, latas para alimentos y bebidas envasados, materiales de construcción y más.

El aluminio, que se utiliza en latas para alimentos, es un ejemplo de metal maleable pero no dúctil.

La temperatura

La temperatura también afecta la ductilidad en los metales. A medida que se calientan, los metales generalmente se vuelven menos frágiles, lo que permite la deformación plástica. En otras palabras, la mayoría de los metales se vuelven más dúctiles cuando se calientan y se pueden tender más fácilmente para formar cables sin romperse. El plomo resulta ser una excepción a esta regla, ya que se vuelve más frágil a medida que se calienta.

La temperatura de transición dúctil-frágil de un metal es el punto en el que puede soportar la tensión de tracción u otra presión sin fracturarse. Los metales expuestos a temperaturas por debajo de este punto son susceptibles de fracturarse, por lo que esta es una consideración importante al elegir qué metales usar en temperaturas extremadamente frías. Un ejemplo popular de esto es el hundimiento del Titanic. 

Se han formulado muchas hipótesis sobre por qué el barco se hunde, y entre ellas está el impacto del agua fría en el acero del casco del barco. El clima era demasiado frío para la temperatura de transición dúctil-frágil del metal en el casco del barco, lo que aumentaba su fragilidad y lo hacía más susceptible a daños.

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